Doce exposiciones llevará Colombia a Arco Madrid

Carlos Urroz (der.), director de
Arco Madrid, durante el anuncio.
Como país invitado de honor a la edición 34 de la feria Arco Madrid, la más importante del arte español, nuestro país protagonizará doce exposiciones, tendrá un pabellón institucional y llevará diez galerías, el próximo año.

Los nombres de los expositores se anunciaron durante la décima edición de la Feria de Arte de Bogotá (Artbo).

La participación nacional tendrá cuatro ejes temáticos, el primero de los cuales es el de museos dedicados al arte contemporáneo. Entre otros, estarán el del Banco de la República, el de Arte Moderno de Medellín, La Tertulia de Cali y el de la Universidad Nacional.

Las exposiciones fuera del recinto ferial serán Waterweavers (presentada con éxito en EE. UU.), Autorretrato disfrazado de artista, Muestrario, La paz se to-ma la palabra, La migración de las plantas, Naturaleza nominal y muestras individuales de Óscar Muñoz, Antonio Caro, Adrián Gaitán, Miguel Ángel Rojas, una retrospectiva del cine de Luis Ospina y una del espacio Flora.

Los espacios independientes estarán representados por Lugar a dudas, Casa tres patios, El parche, La agencia, Taller 7, La mutante, La usurpadora, Flora, Miami y La nocturna.

Además, habrá representación de las galerías Casas Riegner, Doce Cero-Cero, El Museo, Instituto de Visión, Jenny Vila, LA Galería, La Oficina, Nueveochenta, Sextante y Valenzuela Klenner.

Igualmente, de publicaciones artísticas, como libros catálogos y revistas editados durante los últimos cinco años.

Arco Madrid se realizará entre el 25 de febrero y el primero de marzo del 2015 en la capital española.


Leonardo Ramos ganó el Premio Prodigy - ArtBo

El artista presentó la instalación ‘Nigro’. Sara Gabriela Pinilla y Ana María Gómez-Londoño obtuvieron menciones de honor.

La obra ‘Las aventuras de
Pinocchio’ está basada en la
creación del italiano Carlo Collodi.
Con ‘Nigro’, una instalación multimedia que toma elementos de la clásica obra literaria Las aventuras de Pinocchio, del italiano Carlo Collodi, el artista Leonardo Ramos fue seleccionado co-mo el ganador del Premio Prodigy de este año. El galardón otorga una bolsa de trabajo y una residencia por 12 meses en el espacio Flora ars+natura, en Bogotá. El premio, que entrega desde el 2013 la Fundación Prodigy y que cuenta con el apoyo de EL TIEMPO y La W, se le otorga a uno de los artistas que exponen en Artecámara, una sección que presenta obras de creadores emergentes o menores de 40 años y que se podrá ver hasta hoy en Artbo.

‘Nigro’ hace parte de las 27 que se exponen, en una muestra curada por Jaime Cerón a la que llamó ‘El cambio de todo lo que permanece ’ y que tiene propuestas realizadas en distintos medios con un factor común: abordar las tensiones que se dan entre lo urbano y el entorno natural, desde una mirada evocadora o degradada.

Ana María Gómez-Londoño
presentó el video ‘Gymnopedias
y recuerdos ópticos’.
La obra fue escogida por los jurados Santiago Rueda, José Roca y Carolina Ponce de León, quienes curaron además las secciones Referentes y Proyectos en Artbo

Para el jurado, Rueda ganó por “la complejidad de la técnica empleada y el poder iconográfico que logra sintetizar en las imágenes propuestas, y la mezcla y uso acertado de diferentes medios expresivos, como la fotografía, el dibujo y el ensamblaje”, según el acta.

‘Nigro’ muestra un muñeco en madera intervenido con panales y que representa su deseo de ‘ser’, alguien, a partir de metamorfosis que lo acercan a la muerte, a pesar de no ser real.

Ramos nació en 1980, es arquitecto de la Universidad Piloto y tiene una maestría en Artes Plásticas de la Universidad Nacional. En su obra usa objetos como cráneos humanos y animales, que interviene con panales, y se mueve entre el dibujo y la investigación, en grupos como Don’t Panic Colectivo.

Sara Pinilla, con ‘Barrio Policarpa’, y Ana María Gómez-Londoño, con el video ‘Gymnopedias y recuerdos ópticos’, recibieron menciones de honor.

Referentes del arte, en la feria Artbo

‘Radical Writings’, obra de
la alemana Irma Blank.
Una de las novedades de Artbo este año es ‘Referentes’, muestra de artistas que presenta obras de Julio Le Parc, Andy Warhol, León Ferrari y Jesús Rafael Soto, entre otros grandes nombres. La exposición se configuró a partir de las obras que enviaron las galerías que están en Artbo y presenta una serie de relaciones, que una de sus curadoras, Carolina Ponce de León, define como “zonas sensibles en las que se establecen relaciones y asociaciones entre obras que compartían temas o intereses formales”, explica la actual Asesora de Artes Visuales del Ministerio de Cultura.

Es por esto que, más que dedicarse a una década o movimiento artístico, lo que hicieron fue “seleccionar las obras que nos emocionaron y consideramos significativas”, dice Santiago Rueda, otro de los curadores de esta sección.

En la exposición se incluyeron artistas internacionales y colombianos, como Bernardo Salcedo, Luis Caballero o la fallecida Ana Mercedes Hoyos. Otro personaje es Jorge Riveros, quien, según explica Ponce de León, si bien no tuvo el reconocimiento de otros artistas que hicieron abstracción geométrica en América Latina, “tiene una obra seria, sensible, que vale la pena mirar de nuevo para ampliar el gran panorama del arte abstracto geométrico en Colombia”.

Artbo va hasta este lunes 27 de octubre, en Corferias. Cra. 37 n.° 24-67.

‘Colombia, con el mejor arte joven del mundo’

María Alejandra Toro Vesga Cultura y Entretenimiento
Además de coleccionar obras
de artistas consagrados,
Pérez se interesa por los
artistas emergentes.
El coleccionista Jorge Pérez, desarrollador de bienes raíces en EE. UU. y mecenas del arte, es uno de los invitados a la décima edición de ArtBo, que se inicia hoy en Corferias.

Aunque dejó de vivir en Colombia hace más de 40 años, el coleccionista Jorge Pérez no ha dejado de estar vinculado con el país que lo recibió cuando era un niño. Este hombre de 65 años, conocido por ser un gran coleccionista de arte, es uno de los invitados VIP a la Feria Internacional de Arte de Bogotá (ArtBo), junto con personajes como Jesús Fuenmayor, director de la Cisneros Fontanals Art Foundation, o Tanya Bar-son, curadora de arte internacional de la Tate Modern de Londres.

No en vano, para la directora de ArtBo, María Paz Gaviria, Pérez es uno de los personajes internacionales más importantes de esta feria, que se realiza por décima ocasión y a la que asiste por segunda vez. Y lo hace porque considera que “Colombia tiene hoy en día a los mejores artistas jóvenes del mundo”. Desde que tenía 20 años, Pérez colecciona obras que van desde Diego Rivera hasta grandes esculturas de Sandro Chía u obras de Julio Leparc.

Nacido en Buenos Aires, es un reconocido comprador de arte que se pasea por los estands de las galerías en las principales ferias de arte del mundo como si fuera un niño en una tienda de juguetes. Así lo describen quienes lo acompañan cuando sale de compras o cuando conversa con los artistas, a quienes visita en sus talleres, sin importar el lugar en donde esté.

Por supuesto, el arte colombiano está dentro de su radar. Ha adquirido piezas de Doris Salcedo, Óscar Muñoz, Nadín Ospina, Carlos Rojas, Óscar Muñoz, Olga de Amaral, Mateo López y claro está, de Fernando Botero, a quien visita a menudo en su taller de Pietrasanta (Italia). De hecho, una de sus piezas, Torso masculino (1992), la famosa escultura en bronce de tres metros de alto, que se ha visto en lugares como los Campos Elíseos, en París, hará parte de uno de los lujosos proyectos de vivienda que le han dado fama en Miami (EE. UU.).

Y como la oferta de espacios y de artistas en Bogotá es cada vez mayor, sobre todo si de trata de artistas emergentes o contemporáneos, que son su principal interés en es- ta visita, Pérez estará recorriendo algunas galerías de la capital: “Hay varias que son muy buenas”, afirma. La primera pieza de arte colombiano que adquirió fue de Alejandro Obregón, una naturaleza muerta que hace parte de la colección del Pérez Art Museum Miami (Pamm), antes llamado Miami Art Museum.

Y es que, hoy en día, su colección se divide entre las piezas que están en ese museo y las que tiene en su casa de la Capital del Sol, donde alberga obras de artistas de todos los tiempos y procedencias, que van desde Alex Katz, Joaquín Torres-García o el mexicano Diego Rivera.

Este hombre, catalogado en el 2005 por la revista Time como uno de los 25 hispanos más influyentes en Estados Unidos, ha tenido sus altas y bajas. Sus padres, de origen cubano, abandonaron la isla cuando Fidel Castro tumbó a Fulgencio Batista y se fueron a Argentina, donde nació Pérez. De ahí se vinieron a Colombia, donde se graduó como bachiller del Colegio Nueva Granada. Así comenzaron sus nexos con el país, que se mantienen hoy por hoy por su relación con galeristas y artistas colombianos.

A los Estados Unidos llegó en 1968, “por cosas de la vida, más que todo románticas”, dice Pérez, refiriéndose a una novia colombiana que tuvo durante esa época. Dentro de sus planes no estaba quedarse pues, curiosamente, lo que tenía en mente era estudiar y volver a Colombia, para trabajar en el Instituto Colombiano para la Reforma Agraria (Incora).

Sin embargo, un viaje por el Viejo Continente y una visita a Miami le cambiaron esos sueños. En sus palabras, vio a la Ciudad del Sol “como un lienzo vacío”. Se refería a aquellas zonas menos habitadas y deprimidas y que empezó a reactivar a partir de la construcción, con proyectos que hoy son condominios de lujo.

Así, en 40 años de trayectoria, ha amasado una fortuna que estuvo a punto de perder en el 2007, cuando estalló la burbuja inmobiliaria en Esta-dos Unidos y se precipitaron los temores de una gran recesión.

En medio de la crisis global siguió comprando arte. Es más, su compañía cuenta con un equipo de curadoras que lo acompañan en las ferias y en las subastas y que lo asesoran a la hora de adquirir piezas. Sin embargo, dice el coleccionista que su principal criterio es que las obras le encanten: “No soy un comprador científico ni me interesa si un artista vale más o menos, porque no son obras que vaya a vender”.

Con ese criterio, ha armado una gran colección de obras maestras, que nació porque esa era su forma conservar sus recuerdos de Latinoamérica y, al mismo tiempo, de aumentar el interés en Estados Unidos por la creación artística de esta región. Y aunque el arte latinoamericano sigue estando entre sus favoritos –sobre todo la obra de artistas cubanos emergentes y que, por la situación política de la isla, son poco conocidos fuera de Cuba– hoy en día se ha ido ‘liberando’ un poco y ha ampliado su colección a todos los países.

Ahora, además de coleccionar arte se le ha medido a comisionar proyectos a artistas para los proyectos que desarrolla su compañía de bienes raíces y que van desde instalaciones hasta obras de gran formato, como la que le encargó al argentino Fabián Burgos para uno de sus proyectos, Brickell Heights, y con el cual transformará los pisos destinados al parqueo en una gran pieza abstracta, cargada de color y similar a una de sus obras más conocidas, Veloci-

‘Colecciono para Miami’
Además de poner obras en el espacio público o dentro de sus proyectos, hace un par de años Pérez donó la mitad de su colección, avaluada en 20 millones de dólares, al entonces Miami Art Museum, que en el 2013 reabrió con su apellido encabezando su nuevo nombre, en un moderno edificio con vista a la bahía de Biscayne.

Pero su interés por ofrecer una mayor oferta cultural no se limita a las artes plásticas. Ha sido asesor del Miami-Dade Cultural Affairs Council, miembro del University of Miami Board of Trustees y director del Festival de Cine de Miami. Incluso, ha mantenido relaciones con personajes co-mo Bill Clinton y Barack Obama.

Y así como octubre es el mes del arte en Bogotá, con tres ferias marchando; diciembre se ha convertido en el mes del arte en Miami, en el que se realizarán Art Basel Miami, Art Miami –que llega a su edición 25– y Untitled, una de las ferias ‘satélites’ que buscan enriquecer el mercado del arte y la oferta cultural de dicha ciudad.

Para Pérez, el arte, al igual que los libros, enriquece su vida. No en vano, a pesar de que su compañía llegó a tener pérdidas por un billón de dólares, jamás consideró vender sus obras.

Y su consejo a la hora de iniciar una colección es “amar lo que se está comprando, el mercado del arte cambia mucho”, concluye. Cortesía: The Related Group

Algunas obras donadas por Pérez al Pamm:
1. Wilfredo Lam ‘Doble desnudo II - mujeres recostadas’ (1937)
2. Joaquín Torres García ‘Construcción con dos máscaras' (1949)
3. Diego Rivera ‘Naturaleza muerta’, (1908)Fotos: Pérez Art Museum Miami

Lo que hay para ver este fin de semana
Hoy en ArtBo
2:00 p. m.: Presentación de NC-Lab, Laboratorio de Pensamiento Creativo.
3:30 p. m.: Presentación de ‘El Lobo’, de Antonio Caro.
5:00 p. m.: Mesa redonda: ‘Colecciones institucionales desde y sobre Latinoamérica’, con Tanya Barson -curadora de arte internacional de la Tate Modern (Londres)–, Agustín Pérez-Rubio, director del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), Liz Munsell -asistente curatorial de Arte Contemporáneo del Museum of Fine Arts, (Boston)– y Alma Ruiz, curadora senior del Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles (Moca).

Otras ferias

Sincronía: Unas 500 obras de 77 artistas, la oferta en el norte de Bogotá. Calle 72 n.° 8-26 y cra. 9.ª n.° 70A -46.

Odeón: proyectos in situ, conversatorios sobre el coleccionismo y obras de 14 galerías se pueden ver hasta el domingo, en el Espacio Odeón: cra. 5.ª n.° 12C-73.

La Feria del Millón: 50 artistas, emergentes y algunos con más carrera exponen en el Centro Creativo Textura, donde se realiza Voltaje, salón de arte electrónico. Hasta el lunes. Carrera 54C n.° 5C-33.

La fiesta que nos abrió las puertas del arte

El viernes empieza la Feria Internacional de Arte de Bogotá, que llega ya a su décima edición.

Por: María Alejandra Toro Vesga - El Tiempo
Las cifras son contundentes: 66 galerías de 30 ciudades de medio planeta, unos 400 invitados internacionales (frente a los 277 del año pasado) y una asistencia que se espera supere los 25 mil visitantes. Por décima ocasión, Corferias acogerá ARTBO, la gran cita del arte contemporáneo, una feria que se ha convertido ya en referente en América Latina y que cada año sorprende con su arriesgada apuesta, que va desde obras en formatos tradicionales como la fotografía o el óleo sobre lienzo y otras más atrevidas hechas con huesos, bolas de pelusa o piezas de ‘origami’ en concreto, como en esta ocasión.



Obras de: 1. Ventoso; 2. Johana Unzueta: 3. Adriana Duque, 4. Elsa Zambrano, 5 y 7. Juan Pablo Garza, 6. David Peña, 8. Fredy Alzate
La Cámara de Comercio de Bogotá creó la Feria en el 2005 para potenciar este segmento a nivel comercial y “para acercar al arte sin miedo”, según manifestó en ese entones su primera directora, Andrea Walker. Diez años después, los resultados de esa apuesta son visibles. Y no solo por el número de galerías participantes, sino por el creciente interés de coleccionistas y curadores por el arte colombiano. Más allá de las cifras, esta gran fiesta hace posible que un artista colombiano llegue a exponer en otro país, que lo represente una galería en el extranjero o que una de sus obras sea adquirida por un coleccionista e incluso que haga parte de instituciones o museos en el exterior.

ARTBO es, además, un evento que reúne, en un solo lugar, las tendencias en arte contemporáneo a nivel internacional y permite que en Colombia se puedan apreciar y adquirir obras de centenares de artistas de la talla de Andy Warhol, Julio le Parc o Marco Maggi.

Por otra parte, la consolidación de la feria ha generado actividades simultáneas que activan y fortalecen la movida artística de octubre, el mes del arte en Bogotá. Están, por ejemplo, las ferias que se llevarán a cabo desde el jueves –Odeón y Sincronía– y desde el sábado –la Feria del Millón–, así como la apertura de exposiciones en galerías y diversos espacios.

Otra gran apuesta de ARTBO es acercar el arte a diferentes públicos. “Ha sido muy significativo ver cómo empieza a crecer ese interés. De 20 mil asistentes que hubo en el 2012 se pasó a 25 mil el año pasado”, dice su directora, María Paz Gaviria.

En paralelo con la sección
Principal –donde estarán galerías como Christian Lethert (Alemania), Luisa Strina (Brasil) o Travesía Cuatro (España)–se realizarán actividades para todas las edades y visitas para estudiantes de colegios y universidades. No importa si es un coleccionista incipiente o experto, un estudiante de arte o un niño, la invitación está abierta a vivir, desde este viernes y hasta el próximo lunes, ARTBO, arte en todo su esplendor.


Obras de: 9. Ana Vidigal, 10. Marco Montiel, 11. Atelier Van Lieshout-Female Fertility Sculputure., 12. Alberto Borea, 13. Henrique Oliveira

No deje de ver...
La oferta de ARTBO es tan amplia como diversa. EL TIEMPO escogió algunos artistas, galerías y eventos que no debería perderse. Da igual si es experto o no. Solo déjese llevar y abra sus sentidos.

1. Las lámparas escultóricas del mexicano Jorge Pardo, uno de los artistas más representativos del cruce entre arte, diseño y arquitectura.

2. Maisterravalbuena, una galería madrileña presente en la feria por primera vez. Tiene una de las propuestas más importantes de arte conceptual.

3. La programación del Foro académico.

4. La editorial Tijuana será una de las invitadas principales de la sección Libro de artista.

5. Los talleres de ArticulArte (ver recuadro).

Los artistas más influyentes
Por primera vez, la Feria tendrá una sección dedicada a resaltar la obra de artistas que fueron y que siguen siendo influyentes para el arte contemporáneo. En la sección ‘Referentes’ se mostrarán trabajos de artistas de Colombia, Perú, Argentina, Venezuela y EE. UU., entre otros. Los curadores Santiago Rueda y Carolina Ponce de León se basaron en obras y artistas que comparten temas como “la geometría, la abstracción o corrientes del arte conceptual”, dice Ponce de León.

¿DÓNDE Y CUÁNDO?
Del 24 al 27 de octubre. Corferias. Cra. 37 n.° 24-67. Bogotá. Tel: 381-0000. Boletas. 8.000 y 22.000 pesos. Niños menores de 10 años entran gratis.

Artecámara: los emergentes
Esta sección, que nació con la primera edición de ARTBO, muestra el trabajo de artistas menores de 40 años que no tienen representación comercial de una galería. Para esta edición se recibieron 744 propuestas de artistas y colectivos de Bogotá y de otras ciudades, de los cuales fueron seleccionados 48 artistas. Bajo el nombre ‘El cambio de todo lo que permanece’, Jaime Cerón, quien seleccionó a los participantes, manifiesta que en la muestra habrá referencias a entornos urbanos y naturales y a las tensiones que se presentan entre ambos, a través de obras hechas con polvo, animaciones, fotografías o instalaciones. Por otra parte, por primera vez participarán en la feria espacios autogestionados, que para este año son: La Agencia (Bogotá). La Mutante (Bucaramanga) y La Nocturna (Cali). Cada uno presentará una propuesta diferente, en la que se cuestionarán aspectos como el arte como mercancía o la circulación y el fortalecimiento de proyectos artísticos que no necesariamente se inscriben en un circuito comercial.

Proyectos: la estética del objeto
En esta sección, que incluye artistas con representación comercial, se presentarán 14 proyectos que giran en torno a la temática ‘El uso estético del objeto’. Participarán, entre otros, Daniel Acosta, Ana Laura Aláez, Los Carpinteros y Nicolás Consuegra. La curaduría estuvo a cargo de José Ignacio Roca.

ArticulArte: de visita en un taller
Este año, ArticulArte (conocida antes como el Pabellón Pedagógico) le mostrará al público cuál es el papel del taller para un artista y todo lo que conllevan el proceso creativo y de producción de una obra. Los asistentes a la feria podrán tomar talleres con artistas como Paulo Licona, Verónica Lehner o Antonio Caro.

Manuel Hernández: la sublimación del signo

El pintor bogotano, pionero de la pintura abstracta en el país, murió ayer, a los 85 años.
Octubre 02 de 2014 Tomado de Periódico El Tiempo

La muerte del maestro Manuel Hernández priva al país de uno de los artistas de raciocinios más contundentes y de más amplios alcances a lo largo de su historia.

La obra de Manuel Hernández ha sido calificada
con los adjetivos de abstracción lírica,
emocional y simbólica. Su pintura salió
airosa de cada innovación.
Rodrigo Sepúlveda / EL TIEMPO
El logro de su producción, no solo como una propuesta estética particular y trascendente, sino en lo relativo a la transmisión de los conceptos que le dieron origen, a la libertad con la que confrontó el arte en relación con los pronunciamientos de la crítica, y a los copiosos frutos de su ejemplo y de sus enseñanzas, le han deparado un puesto de primera línea, no solo en su país, sino internacionalmente.

Durante su época de estudiante en Colombia y en Chile en los años cuarenta, Hernández dio claras muestras de su talento, no siendo extraño que su obra hubiera encontrado una rápida aceptación en el medio colombiano al iniciarse la década siguiente. En esos años practicaba una pintura figurativa moderadamente expresionista, la cual le deparó no pocas distinciones, entre ellas el primer premio del Salón de Artistas Nacionales, el más importante de los reconocimientos otorgados en el país en el área de la plástica.

Pero Hernández no estaba satisfecho con la aceptación de que gozó su producción en ese lapso. En su fuero interno sabía que no había logrado lo que se había propuesto: la originalidad, un estilo pictórico propio, es de-cir, las metas que, como buen artista moderno, había vislumbrado para su producción. En consecuencia, al iniciarse la década de los sesenta viajó a Italia a continuar sus estudios y a cumplir con un ritual que era imperativo para los artistas latinoamericanos de su época: “visitar los museos y experimentar la historia del arte occidental en carne propia”.

En Europa, bajo el influjo de la Escuela de París, decidió revisar sus argumentos y darle un vuelco a su trabajo liberando sus impulsos expresivos y otorgándole a la pintura la autonomía que le habían concedido los planteamientos modernistas. Se unió al propósito de artistas de distinta procedencia en el ideal de encontrar un lenguaje universal capaz de lograr el entendimiento entre los hombres, y se acogió de lleno a la abstracción, viajando posteriormente a Nueva York, con el propósito de afinar, de depurar lo que empezaba a perfilarse como los cimientos sobre los cuales decantaría los valores de lo que hoy se reconoce como una de las obras más logradas e influyentes del arte moderno latinoamericano.

Esta obra se vio en la exposición
‘La evolución estética del signo’,
en el Museo de Arte Moderno de
Barranquilla, en el 2012.
Ahora bien, a Hernández le interesaron los procesos desarrollados en París y en Nueva York, pero ninguno compendiaba realmente todas sus ideas. El artista había iniciado su indagar en la abstracción, y sabía que estaba en el carril que le correspondía, pero seguía buscando su destino, explorando por una manera de pintura singular, honesta y eficaz para transmitir tanto la agudeza de su sensibilidad como sus pensamientos sobre arte.

La primera exposición que presentó en Bogotá después de ese periplo permitió comprobar plásticamente los nuevos rumbos de su producción, pero la crítica no fue entonces muy entusiasta con su obra guardando un impugnador silencio. El artista, sin embargo, dando ejemplo de una actitud independiente y honesta, continuó insistiendo en sus propósitos, haciendo claro que su meta de lograr una manera de expresión pictórica que fuera simultáneamente propia y comprensible globalmente no tenía reversa.

Al finalizar la década de los sesenta, Hernández logró la principal ambición de los artistas en ese momento: la concreción de un lenguaje particular con el cual expresar sus ideas y percepciones, y en su caso, que fuera además fiel a su certeza acerca de la capacidad de la pintura de transmitir contenidos sin tener que recurrir a la mímesis ni a la anécdota.

En sus obras de inicios de la siguiente década se pueden identificar un espacio indefinible y monocromático y unas formas centrales de co-lores contrastantes; formas que habrían de ajustarse has-ta conformar una especie de alfabeto, con el cual el artista insistiría en que la plástica latinoamericana no tenía por qué limitarse a contar las historias que en los centros del arte internacional se esperaba que contara, sino que podía ser tan intelectual y tan compleja como el arte de los países tecnológicamente más desarrollados.

Pues bien, ese alfabeto está compuesto por una serie de signos que surgen de variaciones del artista a partir de rectángulos y elipsis, pero cuyo sustento geométrico desaparecería casi de inmediato al combinarse con una fuerte dosis de automatismo y espontaneidad. La inusual simbiosis se hizo especialmente evidente en sus dibujos, una práctica artística que acompañó todos los períodos de su producción y que constituye uno de los más refinados testimonios de talento, sutileza e imaginación elaborados en Colombia a lo largo del último medio siglo.

Dichos signos que pueden describirse como óvalos y bandas un tanto irregulares y como una especie de letra ‘eme’ igualmente variable le permitieron al artista expresar no solo su visión de la función y posibilidades de la pintura, sino plantear verdades sin fisonomía, pero no por inmateriales menos reales, como suspensión, tensión, contacto, alejamiento, balance y equilibrio.

Podría decirse entonces que para inicios de los setenta Hernández había logrado gran parte de sus sueños pictóricos; pero el artista no era persona de regodearse en sus propios logros y continuaría profundizando en ellos, ampliándolos, extendiéndolos, al igual que enriqueciéndolos con nuevas consideraciones cromáticas y espaciales.

Una obra llevaba a la siguiente en una permanente floración de ideas, de oportunidades inéditas y de asociaciones inesperadas: aumentó la escala de sus pinturas, redujo el número de colores en cada obra, los matizó y los cargó de densas transparencias, las cuales le otorgaron cierta calidad atmosférica coincidente con el carácter más fluido y volátil que les había asignado a los signos. Los bordes de las for-mas se tornaron irregulares e imprecisos, permitiendo observar residuos de capas anteriores de pintura, los cuales a su vez les concedieron cierta espacialidad a los fondos, que empezaron a insinuar una profundidad radiante y cósmica.

Más adelante, Hernández experimentó con la manera de aplicación del pigmento, haciéndola más gestual y más gaseosa. También le añadió carboncillo a la pintura enriqueciendo las superficies con sutiles grafismos. En ocasiones ubicó las for-mas entre una especie de bruma que las oculta parcialmente; en otras ocasiones, signos de más aliento parecen absorber los más pequeños. Otras veces contrastó cromáticamente los signos con los fondos, y en otras oportunidades les permitió mimetizarse con ellos. Siempre, no obstante, conceptos como devenir, fluir, infinito, indefinible, inaprehensible aparecen en la mente del observador, dando una idea de la magnitud de su logro pictórico, puesto que se trata de la visualización de nociones, no solo abstractas sino incalculables y eternas.

Ahora bien, así como puede afirmarse que el artista no se repitió jamás, también puede afirmarse que su pintura no cambió nunca su marco conceptual desde que el artista cayó en cuenta de que la libertad y la particularidad que le permitía la abstracción eran lo suyo. Y esta prolongada persistencia en similares pero siempre diferentes planteamientos le permitió una permanente renovación, un continuo ahondar en lo alcanzado, en bus-ca de nuevos preconceptos para remover y de nuevos horizontes para escudriñar.

En otras palabras, la de Hernández es una pintura que si bien hace manifiesto su origen en la sensibilidad, en las facultades del sentido de la vista para implantar ideas, sentimientos y emociones, también revela una profunda fe en el hombre y sus designios, una gran confianza en los alcances del racionalismo que encauzó su evolución a través de reflexiones y de lógica, y cuya inusual combinación de mente y piel, de intelecto y percepción intuitiva, constituyen su sustento filosófico.

Mirada retrospectivamente, resulta evidente que su pintura salió airosa de cada innovación a la cual fue sometida, y que es una pintura positiva y triunfante. Su obra, más que ninguna otra, le enseñó al público colombiano a ver pintura, a pensar en los atributos de la pintura, a gozar de la pintura, puesto que en su trabajo to-dos los indicativos de calidad formal: color, textura, línea, forma y trazo, patentizan arraigadas miras de excelencia.

En los últimos años, Hernández incursionó en la escultura, solidificando sus signos y otorgándoles un peso y consistencia desconocidos, pero sin que perdieran visualmente su fluidez. Y al iniciarse el siglo XXI e irse consolidando nuevos valores a través del arte denominado contemporáneo, ya era perfectamente claro que la obra de Hernández se contaba entre la de los pocos artistas colombianos que habían previsto que el arte tomaría un rumbo más intelectual, más de reflexión, y que habían servido de enlace entre el arte de representación y el arte de signos y de ideas.

Sus aportes ensancharon los parámetros de la expresión creativa abriendo las mentes de muchos artistas posteriores, para quienes, gracias a su ejemplo, el arte dejó de ser un problema de estilos y de alegorías, para convertirse en una forma de comunicar pensamientos, actitudes y conocimientos.

"Me inspiro en las formas geométricas que reproducen una variedad de signos"
Manuel Hernández
Pintor Colombiano

"Su obra, más que ninguna otra, le enseñó al público en Colombia a ver pintura, a pensar en sus atributos y a gozar de ella"
Eduardo Serrano
Critico y Curador de Arte